martes, 24 de noviembre de 2009

DIVINO DESORDEN SOCIAL

Vivido (y vívido) desorden, usted se ha ido tomando (cada vez más rápido) las condiciones de vida en la tierra y las formas de pensar y actuar de los hombres y algo que aún no se había tocado del todo: el futuro, esa posibilidad de pasar de una realidad a otra. Pero, desesperante desorden, usted ha hecho del mañana una nebulosa cerrada y dura como una mezcla de concreto y acero, algo así como una muralla en donde la mayoría rebota. Y no es pesimismo (o sí lo es, como reconocimiento de la realidad) sino la ley de incertidumbre que hoy toca incluso a las leyes exactas de la física y la química. En términos de mecánica cuántica, solo hay movimiento de formas (trozos) sin forma. Y claro, su acción caótica (desorden) comienza cuando lo que se buscan son deseos y no objetivos: hay mucho crecimiento personal leído pero no aplicado. Mucha palabrería pero ninguna acción. Se sueña mal.

El exceso es su caldo de cultivo, desorden. Exceso en la información, lo que nos hace más ignorantes (como decía Francois Lyotard), pues de eso que nos dicen no tenemos tiempo para comprobar nada. No sé cuánto pierden las empresas (en dinero, tiempo y estabilidad emocional) haciendo que sus empleados se llenen de información que no usan o no logran comprender a fondo. Exceso en la velocidad: se pierde el paisaje y quien se atraviese pierde, como dice Iván Carmona, amigo experto en Séneca. Exceso en los trabajos, pues se planean pero luego son intervenidos por asuntos no planeados, lo que lleva a dispersar la atención inicial y a dejar todo a medias. Hay un exceso en ruido, gases, llamadas por celular (que se entrometen como cucarachas delirantes), decir a todo que sí, corrupción y delirio.

Pero lo peor de todo, desorden, es que a la pérdida del orden (lo que nos daba humanidad en tanto que sabíamos dónde estábamos), viene la agresión. En los últimos años agredir se ha convertido en la forma de pensar de muchos. Ante cualquier acción, el panorama es el de un montón de espermatozoides que, en lugar de buscar el óvulo se pierden o se muerden. Lo más humano, que sería buscar la armonía, se plantea en términos de lucha. En términos de Friedrich Nietzsche, hay demasiado de lo dionisiaco, pero no como embriaguez y alegría sino como dolor intenso que se trata de esconder con acciones que en lugar de definir desdibujan lo poco que queda en pie. Quizá, de este desorden, se cree un nuevo mundo, como dice Vicente Verdú en su último libro. Si dejan, claro.

Desorden, carencia de orden, nacido en los momentos donde el hombre deja de ser humano y se convierte en un cuerpo rabioso que piensa poco (anula el lenguaje), se mueve sin ver y termina el día sin saber qué ha pasado en realidad. El desorden aparece y las calles se llenan de motos, taxis y buses. Y de ahí lo que sigue.

CAMILO VILLA