domingo, 3 de junio de 2012


AL HOMBRE INVISIBLE


Nunca visto hombre invisible, de usted decía Jaume Perich (el humorista catalán): una de las pruebas de que su existencia es real es que nadie lo ha visto. Algo así como pasa con Dios, que como es imposible de ver y de entender (sólo lo presentimos y lo ajustamos a nuestra magra inteligencia), esto (nuestra incompetencia) lo asegura como principio de lo que hay en la tierra y en los cielos, que es lo que vemos y transformamos pero estamos en completa incapacidad de crear. Cuando hablamos de materias primas nos referimos a lo que no somos capaces de fabricar y por eso, porque fue creado por otro que no somos nosotros, no tenemos más alternativa que tomarlo de la tierra (que incluye agua, tierra y fuego) y usarlo. Antes se usaba bien porque ¿cómo usar mal lo que demuestra nuestros límites e incapacidades? Pero ahora se usa mal, lo que implica que hemos roto los límites, pero no usando la inteligencia sino la locura. Y la soberbia. Ya se sabe que la soberbia es la incapacidad de saber más y, frente a esta situación que demuestra nuestros niveles de ignorancia, creer que todo se sabe. De soberbios y de demonios está repleta la tierra, que ya no es territorio de claridad sino de confusión. Basta ver los gases crecientes y escuchar las rabias. Se reirá usted de esto, hombre invisible, que tantas cosas ve sin que nadie lo vea. Y que de alguna forma es un espía de nuestros errores continuados, que van de creer lo más absurdo a dar por entendido lo que no se sabe. Algo grave nos pasó en el siglo veinte a consecuencia de tanta explosión y deseo desmesurado de dinero, porque a este se lo persigue como si se pudiera comer o calmara la sed. El dios del dinero se llama Mammon y cada tanto cae y se hace añicos. Podrá usted decir, hombre invisible, que la posmodernidad, esto que es lo caótico, es la etapa previa a la caída de la especie, que desde que se paró y dejó de correr en cuatro patas no intenta más que crecer pronunciando las palabras gigante, corporación, centro de negocios, invasión legítima, etc. Ya la historia, que es como el tiempo, dirá qué fue de nosotros y de lo que tomamos como propio e inacabable cuando solo era un recurso para estar vivos. Un recurso ajeno, porque lo que no hagamos no nos pertenece, eso es claro. Pero bueno, pase lo que pase la tierra seguirá en lo suyo, gravitando y girando sobre su eje. Y quizá llena de hombres invisibles que no se verán unos a otros. Me han dicho que esto ya comienza a suceder y que por eso se construyen más y más edificios. El Hombre Invisible, personaje de H. G. Wells que, para tomar cuerpo, tuvo que vendarse como una momia y vivir en constante miedo porque si lo veían vendado parecía enfermo de alguna peste y si no, lo tomaban por un fantasma. A Borges le llamó mucho la atención este ser que solía ser imaginario. Ya no.