MUCHAS PACES, HACEN
LA PAZ.
Hablamos casi habitualmente de la paz como si hubiera una
sola manera de entenderla, cuando lo más correcto sería hablar de “las paces”,
en plural.
Porque una cosa es la paz del derrotado, de
quien se rinde aplastado ante las armas del vencedor, y otra es la paz de un
acuerdo justo y respetuoso de dos partes que antes estaban en conflicto.
Porque son muy distintas la paz del conformista
que acepta por miedo o por conveniencia plegarse a las amenazas de los
prepotentes, y la paz que se consigue gracias a la desarticulación de los violentos.
Porque no tienen nada que ver la paz comprada
con sobornos y la paz construida desde negociaciones bien llevadas y con un
auténtico respeto de los derechos fundamentales de las partes implicadas.
Porque es muy frágil cualquier paz que olvide a
las víctimas inocentes, mientras que la paz más profunda y auténtica se
construye desde la atención a quienes han sufrido daños en sus bienes, en sus
cuerpos y en sus corazones.
Porque una paz que no nazca del perdón, no es
una paz sana ni duradera.
Porque las paces que se basan en el cansancio de
los combatientes pero no en la conversión de los corazones llevarán un día más
o menos cercano al resurgimiento de conflictos y de muertes.
Porque, en definitiva, hay paces que dejan los
odios encendidos, en las que las armas guardan un silencio inseguro y frágil,
mientras que otras paces unen en la concordia a los hombres y mujeres que antes
vivían enfrentados.
No podemos hablar, por lo tanto, simplemente de
paz en singular, sino en plural. Como tampoco podemos contentarnos con
cualquier paz, por más que sea alabada por políticos, periodistas o
intelectuales.
Sólo hay paces sanas, buenas, justas, donde el
fin de la violencia está acompañado de medidas concretas para sanar heridas y
para ayudar concretamente a las víctimas inocentes; donde quienes están
manchados con delitos nefastos pagan sus deudas a la sociedad y dan pasos
concretos para pedir perdón; donde los gobernantes renuncian a reivindicaciones
injustas y comienzan, en serio, a salvaguardar los derechos fundamentales de
todos.
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