miércoles, 13 de julio de 2011

A IMRE.

Solo hasta hoy, leído kertez. En solo una semana, he conseguido leer su novela Sin Destino y debo confesar que son muchas las cosas que han quedado dando vueltas en mi cabeza como una nebulosa,  lo digo, no porque haya encontrado algo extraño en lo que usted escribe sino por la certidumbre de que eso que usted dice, no es otra cosa que la evidencia del mundo en estado puro de degradación en el que vivimos y al que tratamos de disfrazar de perfecto con lo light y las fajas, sin hablar de las  discusiones que evaden lo que pasa: se olvidan los noticieros de la noche mostrar realidades como que avanzamos hacia atrás o por lo menos en este país que ya cada vez mas tiene de circo , por tanto “carrusel”. He quedado muy asustado después de leerlo, kertez. Y el temor me llega porque ahora si veo que la razón (eso que nos llevaría a ser mejores) es un completo fracaso. Todo los hemos dejado en manos del sistema y de la máquina. Y de un enorme amor al dinero y una terrible animadversión por el otro.

Usted, Imre, como traductor de filósofos y escritor de temas de conciencia (sus historias son más para la reflexión que para el divertimento) toca dos elementos que definirían nuestro siglo: La inseguridad que generan las instituciones, que en vez de dar  tranquilidad terminan generando caos. Y La calidad de la víctima, que en lugar de enfrentar al victimario, le  brinda todos los medios para que éste siga ejerciendo su tarea tan poco altruista, legitimando de esta manera el horror y el desencanto por la vida. 



Afirma usted, Imre, que a la víctima le gusta ser más víctima, es decir, que admite la desesperanza (que ya sólo tiene miedo) y ya no espera sino un no-tiempo y un no-espacio, solo existe esperando un cambio que nunca se dará y él lo sabe bien, una perplejidad permanente. Es terrible.

La actualidad, según  puedo interpretar su novela o el contexto de un diario vivir, nuestros días están marcados por un deseo inmenso de ser esclavos (que sean otros los que nos ordenen y definan, los que nos piensen y dirijan). La libertad la dejamos en manos del destino, en lo que pase, o como diría un buen penalista como un dolo eventual “librada a la azar”. Y en la medida en que más personas sean arrolladas por ese destino macabro, más normal vemos la situación, más aceptamos esa desigualdad y, en esta presunta normalidad, aceptamos el miedo y la degradación como parte de la vida. O como la vida misma. Quiero despedirme de usted querido  Imre Kertész, recordándole  a Erich Fromm , que si bien , no lo dijo textualmente , se puede deducir . si tuviéramos más capacidad de ser que de tener, viviríamos tiempos más cálidos o por lo menos con mas solidaridad y menos siliconas. 

No hay comentarios: